Ahí estás tú, en tu día libre que has vuelto a no aprovechar para dar
un paseo por la playa o salir con los amigos a tomar unas copas. Has
decidido quedarte en casa para atender los asuntos domésticos. Hay que
poner un par de lavadoras, limpiar un poco ese baño churretoso, ir al
banco y a la compañía de seguros a arreglar unas cosillas y sobre todo
pensar en cómo demonios vas a organizar la necesaria reforma del piso,
el cual tiene innumerables deficiencias que han de ser corregidas. Te
apetece meterte en unas obras lo mismo que te gusta sacarte los ojos con
una cuchara, pero sabes que algo hay que hacer. Además, ya han pasado
cuatro años desde las últimas chapucillas menores que se le hicieron al
inmueble y, bueno, ya toca.
Decides ponerte manos a la obra (obra, maldita palabra, no puedes quitártela de la cabeza) y coges con firmeza el móvil para llamar a esa empresa que vino la última vez. Cuando ya has buscado el número en la agenda y mientras lo tienes en pantalla, te sobreviene una pregunta: "un momento... ¿por qué no llamar a otra empresa?". Recuerdas que no quedaste muy contento con ese grupito de albañiles que tomaron al asalto tu casa hace cuatro años. Parecían voluntariosos (como todos) pero quedaste lejos de sentirte satisfecho con el resultado. Parecían conocer su profesión (como todos) pero recuerdas haber visto varias cosas que no son compatibles con la profesionalidad que predicaron al principio. Te dijeron que te iba a quedar el piso "niquelao" pero la verdad es que aquí estas, entre grietas y desconchones, por la deficiente calidad del trabajo realizado.
Ya está. No te vas a dejar llevar por la inercia y vas a pedir presupuestos a varias empresas. Esa es la solución. Y cuantos más presupuestos mejor, piensas. Se abrirá ante ti todo un abanico de posibilidades entre las que será casi imposible tomar una mala decisión. Estudiarás bien todos los presupuestos presentados e irás descartando uno a uno hasta quedarte con la empresa más idónea para el trabajo. Solucionada esa parte. Ahora sí, buscas en las páginas amarillas y comienzas a hacer llamadas. Les dices lo que quieres claramente y esperas que hayan tomado buena nota de tus necesidades. Tras la ronda de comunicaciones, te das cuenta de que vas a recibir rápidamente (todos se mueren por trabajar en tu casa) nada más y nada menos que nueve propuestas. Ahora solo queda esperar. Nada puede fallar. Perfecto.
Tres días más tarde tienes ante ti nueve carpetas de otras tantas empresas que desean como nadie acometer tus obras. Crees que después de cenar será un buen momento para estudiarlas. Pero nada de tomar una decisión rápida y a la ligera, piensas convencido. Estas cosas merecen ser leídas con atención para luego no llevarse decepciones. Ahí no te van a pillar.
Cena sencilla: unas alitas de pollo con mazorca de maíz caramelizada. Con el buche lleno y la cabeza despejada, ha llegado el momento. Vas a enfrentarte a las ofertas.
Decides abrir primero la carpeta de a constructora que ya conoces. Crees que así apreciarás mejor las diferencias con las demás. Se trata de plástico azul de buena calidad, con el logo de la empresa en letras blancas bien gordas. Se nota a primera vista que son una empresa grande que trabaja para mucha gente y le va bien. Pero tú no has llegas hasta aquí para guiarte por lo que haga todo el mundo. Te viene a la cabeza eso de las moscas y la mierda. Vas a prestarle la misma atención que a los demás y no vas a dejar que te engañen con las apariencias. Abres la carpeta y lees los dos folios que hay en su interior.
Vaya. Resulta que después de todo parecen no haber captado lo que les dijiste. Tú querías reformar el pisito para solucionar todo lo estropeado, que no es poco, y de paso darle un aire nuevo, pero resulta que te ponen por escrito que no es necesaria tanta obra. Que realmente todo está bien y con unos retoques de pintura aquí y allá te va a quedar la cosa "niquelá". Piensas que a lo mejor los desconchones no están realmente ahí (ellos saben de eso más que tú, ¿no?), pero giras la cabeza y sí, ahí están. Junto a las grietas y las humedades. ¿De qué va esta gente? ¿No se han enterado de nada? ¿Pretenden que se te caiga la casa encima por muy bien pintada que esté?
A la papelera.
Abres la segunda carpeta. Una roja. También de buena calidad pero la percibes gastada. Da igual, ya no piensas en eso. No te van a confundir las apariencias. Al grano. Afirman que tienes una ruina de casa y proponen tabiques de esos de pladur, poner un parqué sobre el suelo y también pintura, mucha pintura. Piensas si no son la misma empresa que los otros bajo otro nombre. Te extraña que sólo planteen medidas cosméticas aunque digan a su vez que las paredes están para echarlas abajo, pero apuntan que por ahí cerca pasa nosequé viga maestra y que mejor no tocarlas mucho. Te da la impresión que con esta gente no vas a ningún lado. No saben ni dónde están las vigas. Además, la pintura es la misma que los anteriores y te la quieren vender con otros argumentos. Pero la pintura es la misma.
A la papelera.
Decides ponerte manos a la obra (obra, maldita palabra, no puedes quitártela de la cabeza) y coges con firmeza el móvil para llamar a esa empresa que vino la última vez. Cuando ya has buscado el número en la agenda y mientras lo tienes en pantalla, te sobreviene una pregunta: "un momento... ¿por qué no llamar a otra empresa?". Recuerdas que no quedaste muy contento con ese grupito de albañiles que tomaron al asalto tu casa hace cuatro años. Parecían voluntariosos (como todos) pero quedaste lejos de sentirte satisfecho con el resultado. Parecían conocer su profesión (como todos) pero recuerdas haber visto varias cosas que no son compatibles con la profesionalidad que predicaron al principio. Te dijeron que te iba a quedar el piso "niquelao" pero la verdad es que aquí estas, entre grietas y desconchones, por la deficiente calidad del trabajo realizado.
Ya está. No te vas a dejar llevar por la inercia y vas a pedir presupuestos a varias empresas. Esa es la solución. Y cuantos más presupuestos mejor, piensas. Se abrirá ante ti todo un abanico de posibilidades entre las que será casi imposible tomar una mala decisión. Estudiarás bien todos los presupuestos presentados e irás descartando uno a uno hasta quedarte con la empresa más idónea para el trabajo. Solucionada esa parte. Ahora sí, buscas en las páginas amarillas y comienzas a hacer llamadas. Les dices lo que quieres claramente y esperas que hayan tomado buena nota de tus necesidades. Tras la ronda de comunicaciones, te das cuenta de que vas a recibir rápidamente (todos se mueren por trabajar en tu casa) nada más y nada menos que nueve propuestas. Ahora solo queda esperar. Nada puede fallar. Perfecto.
Tres días más tarde tienes ante ti nueve carpetas de otras tantas empresas que desean como nadie acometer tus obras. Crees que después de cenar será un buen momento para estudiarlas. Pero nada de tomar una decisión rápida y a la ligera, piensas convencido. Estas cosas merecen ser leídas con atención para luego no llevarse decepciones. Ahí no te van a pillar.
Cena sencilla: unas alitas de pollo con mazorca de maíz caramelizada. Con el buche lleno y la cabeza despejada, ha llegado el momento. Vas a enfrentarte a las ofertas.
Decides abrir primero la carpeta de a constructora que ya conoces. Crees que así apreciarás mejor las diferencias con las demás. Se trata de plástico azul de buena calidad, con el logo de la empresa en letras blancas bien gordas. Se nota a primera vista que son una empresa grande que trabaja para mucha gente y le va bien. Pero tú no has llegas hasta aquí para guiarte por lo que haga todo el mundo. Te viene a la cabeza eso de las moscas y la mierda. Vas a prestarle la misma atención que a los demás y no vas a dejar que te engañen con las apariencias. Abres la carpeta y lees los dos folios que hay en su interior.
Vaya. Resulta que después de todo parecen no haber captado lo que les dijiste. Tú querías reformar el pisito para solucionar todo lo estropeado, que no es poco, y de paso darle un aire nuevo, pero resulta que te ponen por escrito que no es necesaria tanta obra. Que realmente todo está bien y con unos retoques de pintura aquí y allá te va a quedar la cosa "niquelá". Piensas que a lo mejor los desconchones no están realmente ahí (ellos saben de eso más que tú, ¿no?), pero giras la cabeza y sí, ahí están. Junto a las grietas y las humedades. ¿De qué va esta gente? ¿No se han enterado de nada? ¿Pretenden que se te caiga la casa encima por muy bien pintada que esté?
A la papelera.
Abres la segunda carpeta. Una roja. También de buena calidad pero la percibes gastada. Da igual, ya no piensas en eso. No te van a confundir las apariencias. Al grano. Afirman que tienes una ruina de casa y proponen tabiques de esos de pladur, poner un parqué sobre el suelo y también pintura, mucha pintura. Piensas si no son la misma empresa que los otros bajo otro nombre. Te extraña que sólo planteen medidas cosméticas aunque digan a su vez que las paredes están para echarlas abajo, pero apuntan que por ahí cerca pasa nosequé viga maestra y que mejor no tocarlas mucho. Te da la impresión que con esta gente no vas a ningún lado. No saben ni dónde están las vigas. Además, la pintura es la misma que los anteriores y te la quieren vender con otros argumentos. Pero la pintura es la misma.
A la papelera.
(CONTINUARÁ)