Saludos, ciudadanos.
Ayer fue 15 de mayo, más conocido como 15-M por nosotros los perroflautas. Como sabéis -o deberíais saber- es el día en que los indignados muestran su desacuerdo hacia los poderosos por cómo estan haciendo las cosas y hacia dónde nos están llevando.
Alguien dijo hace unos días que se podía hacer algo en Puçol para demostrar que aquí también hay indignados, que no todo era ir a Valencia a sumarse a los allí existentes para participar en la gran manifestación, que una convocatoria en Puçol, por pequeña que fuese, daría visibilidad al movimiento entre nuestros vecinos. No sería la primera porque hace justo un año ya nos manifestamos algunos en esta fecha, así que también era una forma de darle continuidad a las acciones de protesta ya comenzadas.
A las siete en tal sitio, dijeron. Y allá que fui como un reloj, faltaría más. Evidentemente, simpatizo con todos los ciudadanos que luchan por una sociedad más justa y ponen su granito de arena para construirla, aunque sea desde la protesta hacia la actual, lo cual es el primer paso que hay que dar. Con la bolsa de papel calzada en el cráneo y habiéndole practicado previamente unos orificios para que los piojos pudiesen oxigenarse (los putos bichejos no tienen culpa de mi particular fashion style), llegué al punto de encuentro para comprobar que, contándome a mi, éramos cinco las almas allí congregadas.
Bien, pensé. Ya son dos más de los esperados. Aquello tenía pinta de ser un éxito.
Alguien dijo hace unos días que se podía hacer algo en Puçol para demostrar que aquí también hay indignados, que no todo era ir a Valencia a sumarse a los allí existentes para participar en la gran manifestación, que una convocatoria en Puçol, por pequeña que fuese, daría visibilidad al movimiento entre nuestros vecinos. No sería la primera porque hace justo un año ya nos manifestamos algunos en esta fecha, así que también era una forma de darle continuidad a las acciones de protesta ya comenzadas.
A las siete en tal sitio, dijeron. Y allá que fui como un reloj, faltaría más. Evidentemente, simpatizo con todos los ciudadanos que luchan por una sociedad más justa y ponen su granito de arena para construirla, aunque sea desde la protesta hacia la actual, lo cual es el primer paso que hay que dar. Con la bolsa de papel calzada en el cráneo y habiéndole practicado previamente unos orificios para que los piojos pudiesen oxigenarse (los putos bichejos no tienen culpa de mi particular fashion style), llegué al punto de encuentro para comprobar que, contándome a mi, éramos cinco las almas allí congregadas.
Bien, pensé. Ya son dos más de los esperados. Aquello tenía pinta de ser un éxito.