sábado, 15 de enero de 2011

GILIPOLLAS Y GAFAPASTA

Saludos, ciudadanos.

He pasado una noche extraña. Recuerdo haber soñado asistir a varios conciertos de grupos indies en Radio 3 mientras leía el Ulises de James Joyce de una sentada. El caso es que no sé cómo, al levantarme y mirarme al espejo, he contemplado con asombro que tenía puestas unas horribles gafas de pasta de las que no me he podido desembarazarme.

Hay días lluviosos, hay días tristes... pero hoy al parecer me ha tocado tener el día gilipollas.

Yo, que lo aprovecho todo, he decidido sacar partido del gilipollismo del día y de las gafas de pasta para entrar en algunos de los foros más exclusivos de internet y así compartir con todos una bonita a la vez que cultural anécdota de uno de nuestros escritores patrios más incomprendidos:

Esta anécdota trata de las malas relaciones entre un autor de comedia profundamente guasón aunque católico convencido y la jerarquía eclesiástica de su época.

Era Don Pedro Muñoz-Seca autor prolífico en su mayoría de obras de teatro algo banales, excepto su celebradísima y celebérrima comedia "La venganza de don Mendo". Un versificador zumbón y divertido y hombre de excelente sentido del humor, aguda pluma y ágil verbo.

Vivía desde sus tiempos de estudiante en una casa de Madrid donde atendían la portería un encantador matrimonio al que profesaba auténtico afecto. Falleció la mujer, y a los pocos días el marido, más de pena que de enfermedad pues era un matrimonio profundamente enamorado.

El hijo de los porteros se dirigió a don Pedro, muy afectado tras su muerte, y le pidió que redactara un epitafio para honrar su memoria. Del corazón de Muñoz-Seca surgieron estos versos:

Fue tan grande su bondad,
Tal su generosidad
Y la virtud de los dos
Que están, con seguridad,
En el cielo, junto a Dios.

Corría mil novecientos veintitantos, y en aquella época, era preceptivo que la Curia diocesana aprobara el texto de los epitafios que habían de adornar los enterramientos. Así que don Pedro recibió una carta del Obispado de Madrid reconviniéndole a modificar el verso, puesto que "nadie, ni siquiera el propio Obispo de la diócesis o el Santo Padre, incluso, podía afirmar de un modo tan categórico que unos fieles hubieran ascendido al cielo sin más".

Don Pedro rehizo el verso y lo remitió a la Curia, del modo siguiente:

Fueron muy juntos los dos,
El uno del otro en pos,
Donde va siempre el que muere,
Pero no están junto a Dios
Porque el Obispo no quiere.

Nueva carta de la Curia. El Obispo, tras recriminar al autor lo que cree –con toda la razón del mundo– una burla y un choteo de Muñoz-Seca, le exige una rectificación ya que "no es el Obispo el que no quiere, pues ni siquiera es voluntad de Dios, que no decide nuestro futuro sino que es nuestro libre albedrío el que nos lleva al cielo o no".

Así que don Pedro remata la faena, escribiendo un verso que jamás se colocó en enterramiento alguno porque la Curia jamás le contestó:

Vagando sus almas van,
Por el éter, débilmente,
Sin saber que es lo que harán,
Porque, desgraciadamente,
Ni Dios sabe dónde están.

5 comentarios:

  1. Uys, el último epitafio me recuerda a nuestros partidos políticos salvo en un matiz, aunque no saben lo que harán, si que saben donde quieren llegar..., a la poltrona, eso si, para entregarse en cuerpo y alma al servicio de los ciudadanos.

    Ja ja ja.

    Salud, amigos.

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  2. Anónimo1/15/2011

    Que bueno, me hubiese gustado conocer al Muñoz Seca, tenía que haber sido un cachondo de cuidado.

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  3. Anónimo1/15/2011

    Buena anécdota, pa que luego digan que este blog no es cultural JAJAJAJA

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  4. Anónimo1/15/2011

    vencereis,pero no convencereis...

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  5. Anónimo2/04/2011

    por que dan ayudas a empresas privadas de nueva creacion?cuando ya estan cubiertas con la ley de dependencia nuestros mayores

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