El pasado jueves día 21, jornada previa al sorteo de navidad de la lotería, una lluvia de millones cayó sobre la gran banca europea, 489.191 millones para ser concretos.
Es esta una de las singularidades de la Unión Europea, disponer de un Banco Central Europeo, BCE, que no puede atender las necesidades de liquidez de los estados que lo crearon en su momento.
Esta es una de las grandes trampas a la que nos abocaron nuestros políticos, con unas consecuencias que ya estamos comprobando y, por supuesto, pagando.
El BCE no puede prestar dinero a los estados como hacen el resto de bancos centrales de todo el mundo, solo puede emitir dinero para prestarlo a los bancos para que estos, en su momento, se lo presten a los estados. Así los bancos comerciales que piden dinero al BCE pagan, como en esta última subasta, un 1% a tres años por el dinero que reciben y que, en buena medida, utilizarán para comprar deuda pública de los estados a intereses que, como en el caso español, pueden superar el 5%.
Mientras ocurre este ejercicio especulativo a costa de los estados, los ciudadanos ven como sus condiciones de vida se deterioran, se recortan los servicios públicos, se reducen los salarios y se suben los impuestos.
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