EL PACTO DEL AFILADOR

Saludos, ciudadanos.

Sabido es que a los políticos les encanta salir en la foto. A menudo venden su alma al diablo por aparecer ante las cámaras practicando sus chorradas con la mejor de las sonrisas. Eso a menudo lleva a los personajes públicos a aparecer en la foto con quien no tienen que aparecer. Estos días pasados han circulado fotos del Rey con dictadores como Mubarak, de Obama con Gadaffi... También hay fotos de ingrato recuerdo, como la de los tres payasos de las Azores, que nos evocan infames momentos de nuestra historia reciente.

Hoy les presentamos la foto de lo que yo llamo "El Pacto del Afilador":

Desde el PP intentaron la táctica del Canto de Sirena para seducir a algún concejal para su causa, pero pronto abandonaron. Merche no se puede hacer pasar por sirena ni en un garito lleno de borrachos a las cuatro de la mañana ni por mucho que huela a pescao, y más que canto de sirena aquello parecían los crujidos vocales de una rana asmática.

Conscientes de sus limitaciones y sabiendo que no dan para más, el Partido Popular decidió ir por los despachos como el afilador ronda las calles, haciendo sonar su Chiflo, o flauta de pan de juguete, recorriendo la escala musical, ahora p'arriba, ahora p'abajo, y luego del revés (porque de música, como del resto de cosas de la vida, van muy justitos y tampoco saben), buscando a alguien todavía más pardillo que ellos al que engatusar. Tampoco era tarea tan difícil, en esto de la política no abunda la inteligencia, así que cualquiera les valía.

Como ni aún así encontraban clientela, decidieron ampliar los servicios. Ya no sólo afilaban tijeras, cuchillos, hachas, jamoneros, dagas y demás herramientas cortantes, ahora también estaban dispuestos a hacer una fabulosa oferta en Limpiezas de Sable, cosa que ya practicaban en la intimidad y poco les importaba realizar en público. Todo sea por la foto, una buena foto de un pacto con la que por fin iban a poder tirar a la basura esa que tenían con el perro, el famoso perro del afilador, ese que pasa tanta hambre que se come las chispas pa comer algo caliente.

La oferta era buena, pero algunos tuvieron que desestimarla por falta de sable. Otros en cambio, tenían un par de espadones del abuelo, recuerdo de una guerra Carlista, colgados sobre la pared de la chimenea de su lujosa mansión de las afueras y dijeron "coño, vamos a ver si les sacamos brillo". Los espadones no valían de mucho, apenas 548 euros mal contados, pero una vez pasados por la muela del afilador, se han convertido en valiosas espadas de acero toledano con las cuales someter a todo el Condado.

Curiosa la actitud del afilador, que es tan tonto que por sacarse unos eurillos ha de dar lustre y brillo a la espada que algún día le ha de matar.