MIRIAM Y LOS FLANDERS

Saludos, ciudadanos.

Miriam en realidad no se llama Miriam. Es lo único que no es cierto en esta historia. Simplemente la llamo así porque ella me ha pedido que no revele su nombre y yo suelo complacer las peticiones femeninas con excesiva facilidad.

Miriam está más cerca de la cuarentena que de los treintaypocos y es lo que conocemos como una "trabajadora del hogar". Una chica de la limpieza. Una chacha. Ya hace años que trabaja en el chalet de una lujosa urbanización de Puçol fregando suelos y eliminando el polvo acumulado en cristales de Swarovski. Años trabajando 5 o 6 horas diarias sin rechistar, sin quejas... y sin contrato. Me cuenta que eso es lo habitual entre todas las chicas que a diario suben al autobús que lleva a la zona noble de nuestra población.

Lo primero que hago es preguntarle por qué no denuncia la situación, pero cuando acabo de pronunciar la última sílaba caigo en la cuenta de lo estúpido de la cuestión. No contesta, en su lugar me mira como diciendo "tú eres tonto". Yo la miro como diciendo "tonto no, soy gilipollas del todo". Y así, con las miradas, pues nos vamos entendiendo a la perfección sin necesidad de palabras.

Miriam trabaja para una familia de esas que dan gracias a Dios en la mesa antes de ponerse a comer. Yo creía que eso sólo pasaba en las películas norteamericanas. En las películas malas de buenos norteamericanos. Bendecir la mesa... joder, empiezo a preguntarme si de verdad soy yo el gilipollas o es que algunos están realmente mal de la cabeza.

Sin saber muy bien el motivo, empiezo a asociar esa familia a los Flanders, esos personajes de animación de "Los Simpson" atrapados voluntaria y alegremente entre las páginas de una biblia, ese libro de ficción gore que deja un reguero de muertos a su paso.

Resulta que ha habido conversaciones entre Miriam y su Jefa sobre el tema del contrato. "La crisis, Dios mío, ay la crisis", dio por respuesta la última vez la Jefa cuando regresó de sus vacaciones en New York para demorar un mesecito más el tema. Ya son demasiados meses los que viene demorando. La crisis vale "pa tó". Es como el alcohol, causa y a la vez solución de todos los males, que decía Homer Simpson. Cuando alguien pone como excusa la crisis para cometer ilegalidades y además todos parecen entenderlo y ser cómplices, es que la crisis es cojonuda según para quien. Y si encima haces referencia a Dios en la misma frase, pues ya tienes el conjunto de mentiras al completo. Los Flanders creen a pies juntillas en entes divinos al igual que los niños de cuatro años creen en el ratoncito Pérez. No han crecido intelectualmente pero eso no significa que sean  pardillos. Saben de sobras que bajo ese Dios (que si existiese ya estaría estar hasta los huevos de que le agradezcan la pitanza) subyace otro todavía más poderoso al que rendir pleitesía. El Dinero.

Dios y dinero. Dinero y Dios. Lo mezclen como lo mezclen, sólo sale un resultado: Opus Dei.

Próximamente denunciaremos desde aquí las conexiones entre familias del Opus y la "Mafia" que hay montada en nuestras urbanizaciones con las trabajadoras del hogar.