Saludos, ciudadanos.
En un término de menos de 24 horas (entre ayer martes a las 3 de la tarde y hoy miércoles a las 10,15), he tenido la inmensa suerte de ser requerido por varias empresas y organismos para que pueda tener la oportunidad de acceder a sus excelentes servicios y así gozar de una vida infinitamente más plena y llena de satisfacciones y comodidades.
No, no es que yo sea nadie especial ni tenga privilegios de ningún tipo. Me consta que tales oportunidades son ofrecidas al resto de la población. Por una vez a todos, desde los más opulentos a los más desfavorecidos, nos brindan la ocasión de disfrutar en toda su plenitud de innumerables productos, servicios, e incluso bienes inmateriales que nos acercan un poquito más hacia el paraíso, el nirvana, el orgasmo infinito.
Ayer a las 15,00 h: llamada telefónica al fijo de Jazztel. Algunos días son Orange, otros Vodafone o Movistar... qué más da. El caso es joderte a la hora de la comida. Una señorita con acento sudamericano me cantó las excelencias de la empresa. Tras un buen rato de brasa, le digo que tiene una voz muy sexy y le pregunto qué lleva puesto. Hace oídos sordos e insiste en venderme la moto. Yo también insisto y le digo que para recibir "demos" de compañías de sexo telefónico pierde mucho tiempo y no va al grano, que entre tanta sigla de ADSL y mierdas de esas, no me empalmo ni de coña. No cuelga. Me quiere llevar al redil y ya debe estar avezada con este tipo de cosas, supongo. O igual le va la coña marinera. Tras unos minutos más en los que ya le hago insinuaciones obscenas e informarle que sólo uso el teléfono para masturbarme mientras el cable ese enrolladito del teléfono fijo aprisiona mi cuello, parece que desiste y cuelga asustada.
Sobre las 17,00 más o menos: Ahora toca joder la siesta. Y vaya si toca. Llaman a la puerta y resulta ser un comercial de Gas Natural. Estoy harto de recibir visitas de esta gente para que me haga cliente. Como me han jodido la siesta y vengo animado por la erotico-llamada anterior, me propongo hacer de nuevo de las mías. Le corto de raíz y le digo que no, que ya soy cliente de Gas Natural (falso). Y que aprovecho su visita para exponerle algunas quejas del servicio. Lo primero que me suelta es que él solo es un comercial y he de llamar al 902 de turno. Me hago el loco y le espeto una retahíla de locuras que se me ocurren sobre la marcha. Que si el agua caliente sale de un tono verdoso, que en ocasiones huele mal, que yo exigí por contrato 31º de temperatura y pasa de 36º, que si una vez lamé al 902 y me salió una sudamericana que se masturbaba con el cable telefónico al cuello... El tío me miraba deseando huir ante tal chalado de ojos rojos (ya saben, la siesta rota). Al final me compadecí y le dejé marchar cuando estuve más o menos seguro de que al menos ese, ya no vuelve.
Sobre las 19,30 o así: recibo la visita (¿no pueden dejarme en paz?) de una joven y guapa vendedora de Catalana Occidente. Hay otra en la puerta del vecino de enfrente, pero la guapa me ha tocado a mí. Hoy es el día, pienso. No le puedo hacer ninguna jugarreta sexual porque mi Santa está cerca y luego me echa la merecida y justa bronca. Lástima, porque se me ocurren varias muy jugosas. Me las guardo, ya se las haré a un hombre, que ponen mejores caras. Como no puedo jugar con ella, decido jugar con mi Santa (el caso es divertirse) y le digo a Susana (que así se llama la guapa) que estoy muy interesado en los seguros de vida y le pregunto encarecida y repetidamente cuánto cobraría si mi mujer la palma. Hago énfasis en que su muerte está muy, muy cercana y me interesa sobremanera ese aspecto. Hubiera pagado por ver la cara de mi Santa, pero ya está acostumbrada y seguramente se estaba descojonando. La guapa me dice las cifras, le digo que lo siento, que me parece poco y por esa cantidad no me arriesgo. Se le queda la cara a cuadros y no tarda en desaparecer. Susana, tu sí puedes volver cuando quieras, guapa.
Esta mañana, a las 10,15: lo que faltaba. Uno de esos trajeados Testigos de Jehová me aborda por la calle. A éstos les tengo ganas. Me enseña su repugnante revista "La Atalaya" por una página en la que aparece un niño africano ante un mísero cuenco de arroz, con lágrimas y moscas en los ojos. Le pregunto que porqué ponen esa clase de fotos con tantas moscas pasando hambre y ese niño negro se está comiendo el arroz para él solo. Otro que se queda a cuadros. Le digo entonces que yo soy animalista y que a mi las personas me la sudan. Y que esas pobres moscas están volando en condiciones infra-dípteras sin que nadie piense en ellas. El tipo debe ser idiota porque no reconoce la ironía y trata de convencerme que que el negrito merece más atención que las moscas que pueblan sus ojos y boca. Entonces le respondo que por eso está así ese niño, que si fuese Testigo de Jehová estaría bien sanote, trajeado y vendiendo "La Ayalaya" molestando por la calle a todo el mundo. No sé si pilló esto último, pero seguro que pensó que yo era un cabrón infiel sin sentimientos y se largó como alma que lleva el diablo, nunca mejor dicho.
Ojalá algún día dejemos de sufrir este acoso por parte de los vendedores ambulantes. Si desean vender algo, que pongan su puesto en el Mercadillo y dejen de tocar los cojones. Si queremos sus productos ya sabemos dónde están, no es necesario irrumpir así provocando molestias y pérdidas de tiempo a los ciudadanos.
Por mi parte que les den. A todos.
Je je, Ciudadano dudo que haya hecho todo eso que dice, pero sin duda que es algo que todos hemos pensado hacer en un momemto u otro. Le alabo el buen humor y la mala hostia.
ResponderEliminarefectivamente, eres un cabrón infiel sin sentimientos pero tiene tanta gracia que me he reido un buen rato. Enhorabuena.
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