7 DE SEPTIEMBRE, UN DÍA ESPECIAL

Saludos, ciudadanos.

Hay días buenos y días malos, pero cada año suele tener como mínimo un día especial.

Ayer, 7 de septiembre fué uno de esos días, de los especiales.

Todo comenzó muy temprano, sobre las ocho de la mañana, cuando por la ventana se colaron unos rayos de sol que provocaron que me despertase. Jamás había despertado en aquela cama y por unos segundos estuve confuso hasta que la ví y recordé lo sucedido la noche anterior. No pude -ni quise- evitar una bobalicona sonrisa de satisfacción que se dibujaba en mi cara mientras pensaba si dormir un ratito más o levantarme a preparar unos cafés. Elegí lo segundo, cosa que instantes más tarde ella me agradeció hasta el punto que tuvimos que tomarlos fríos cuarenta minutos después.

Recuerdo que, ya en mi casa, miré el reloj que marcaba las once en punto. En ese momento decidí que ya era hora de dejar de jugar con mi hija, o más exactamente dejar de jugar a todo lo que implicase esfuerzo físico. Basta de tu-la-llevas y peleas de almohadas, que a diferencia de la pequeñaja, yo ya tengo unos años y al cuerpo de vez en cuando le chirrían las bisagras.

Era el momento de relajarse un poco y enfrentarse a algunos de los enigmas que nos planteaba ese videojuego que a ella le hace pensar (pensamiento lateral para más señas), y a mi me hace gozar al ver cómo resuelve problemas. Aún no sé porqué no se enseñan cosas así en las escuelas. Acertó con la solución de un enigma especialmente complicado para su edad y compartió conmigo su inmensa alegría. Imagino a ese cerebrito creciendo, evolucionando día a día y vuelve la sonrisa bobalicona. Es complicado elegir entre orgasmos físicos y mentales, son tan diferentes como igual de placenteros.

Ya por la tarde, tras una sencilla pero sabrosísima comida, dediqué unas horas a un -si, otro- proyecto que tengo en mente. Los días especiales es lo que tienen, que de repente avanzas más de lo que esperas y  me encontré con el trabajo prácticamente finalizado. Fué gratificante comprobar que ya está perfilado hasta el punto de comenzar a pasar a la acción. Este vez no hubo ningún tipo de orgasmo, pero la sensación era parecida a la que se tiene con las caricias preliminares, que uno percibe que van bien e intuye que el final, cuando corresponda, puede ser apoteósico.

Más tarde no faltó una reunión con algunos amigos. No suelo ser ni mucho menos el Rey de la Fiesta, pero ayer tuve un día inspirado, lo que unido al excelente buen humor de la compañía hizo que se produjesen momentos inolvidables. Pocas cosas son mejores que este tipo de reuniones. Espectacular tarde-noche, cena incluída. Ya creía que nada podía mejorar cuando recibí una llamada. Me invitaron a acudir. Alguien trataba de ponerme a prueba para ver si era capaz de preparar café caliente tras unas horas de ejercicios.

Un día grande, un día especial este 7 de septiembre.

Hay que ver lo que se puede disfrutar sin necesidad de maltratar animales.