Saludos, ciudadanos.
En el siguiente artículo extraido de la web de EQUO se nos presentan algunos argumentos sobre los que reflexionar tanto los ciudadanos como las instituciones que nos representan.
Ahorro y eficiencia energética: “De obligado cumplimiento”
Francisco J. Cabezos. Secretario de medio ambiente. FSC-CCOO.
Aún permanecen en la retina de los ciudadanos y ciudadanas las imágenes y la información que llegan desde Japón, país que vive una de las peores catástrofes de su historia a consecuencia del terremoto y posterior tsunami que ha devastado su costa este y que mantiene con el alma en vilo a todo el mundo esperando el desenlace de la central nuclear de Fukushima con sus 6 reactores, uno de ellos con plutonio, y que ya ha dejado salir contaminación radiactiva. ¿A qué esperamos para dar la espalda a la energía nuclear?
Desde luego existe una relación directa entre “desarrollo” y obtención-consumo de materias primas-energía, binomio indisociable que no duda en mostrar tarde o temprano su peor cara como está sucediendo en el caso de Japón, sin olvidarnos de Libia país que tiene la suerte, o desgracia, de estar en la lista de los principales productores de petróleo del mundo, o de la República Democrática del Congo que también para su esplendor o desdicha posee coltán, mineral estratégico imprescindible en la fabricación de componentes electrónicos, tales como teléfonos móviles, ordenadores, etc. y del que el citado país tiene aproximadamente el 80% de las reservas mundiales.
Sirvan estos ejemplos, hay más, para que reflexionemos si el camino que llevamos recorriendo en pos de conseguir bienestar y felicidad, que es en definitiva lo que todo el mundo quiere, es el adecuado.
En el mundo se consumen más de 11.000 millones de toneladas equivalentes de petróleo (tep) al año de energía primaria (350 tep/seg.), constituyendo los combustibles fósiles el 81%. Y se emiten a la atmósfera 30.000 millones de toneladas de CO2 (950 t/seg.) solo por el uso de combustibles fósiles, (fíjense ustedes en el tamaño de una de ellas viendo la foto).
Según la EEA (European Environment Agency) en informes presentados en 2008, los datos revelan que las emisiones mundiales de CO2 han aumentado cuatro veces más rápidamente desde 2000 que durante el decenio anterior.
Este crecimiento es mayor que el escenario más pesimista calculado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en 2007. La eficiencia de los sumideros naturales que absorben CO2, como los océanos, ha disminuido a lo largo de los últimos 50 años.
Eso en lo que se refiere al mundo, si hablamos de España, nuestro país tiene que poner encima de la mesa alrededor de 40 mil millones de euros para comprar el petróleo que necesitamos cada año, cifra del 2007. Coincidirán conmigo en que no se trata de un dato baladí.
Cada español y española emitimos unas 9’6 toneladas de CO2 al año, si lo multiplicamos por los, en cifras redondas, 47 millones que somos, nos da cerca de 470 millones de toneladas, emisiones que están un 48,05% por encima del nivel registrado en 1990. Un aumento suicida. Si leen ustedes bien, suicida porque merece la pena recordar que tal y como nos dice la comunidad científica si continuamos emitiendo sin parar gases de efecto invernadero y provocamos un aumento de la temperatura media global de mas de 2º centígrados las consecuencias son difícilmente previsibles, pero eso si, no serán buenas. A esto sumemos que nuestro país será especialmente vulnerable a los cambios que se produzcan.
Sin embargo estas cifras no están en el pensamiento de la gente, ni en los titulares de los periódicos, ni en los mensajes radiofónicos, la cifra “verdaderamente importante” que ha encendido la mecha estos últimos días en los medios, las tertulias y los bares, es que no podemos ir a más de 110 Kms/h en autovías y autopistas, ¡hasta ahí podíamos llegar! y encima esta es una medida de carácter temporal, mal inicio para el debate. En mi opinión no se puede hacer peor.
Crisis eco-eco
Vivimos en un momento dominado por la crisis eco-eco (económica y ecológica) y hay que tomar medidas, por un lado las que no se han tomado en su momento por cobardía electoral y mirada siempre al corto plazo, que son muchas y nos podían haber ahorrado gran parte de ella, y por otro otras que nos coloquen en una mejor situación. Nuestro país y por lo tanto la ciudadanía que en él convive es petróleo-dependiente y lejos de abandonar esta adicción cada vez queremos más y más, y no nos olvidemos los recursos son finitos, no hay más. Esta dependencia nos coloca en una situación complicada pues por un lado el barril de Brent no abandona su escalada en los precios lo que nos obliga por un lado a poner cada vez más dinero encima de la mesa para su importación y por otro continuamos con nuestras emisiones particulares de CO2 muy alejadas de nuestros compromisos europeos e internacionales.
Si vivimos en un país claramente dependiente del exterior en lo referente a energía y seguimos basando nuestro modelo energético en fuentes contaminantes y altamente emisoras de gases de efecto invernadero parece de sentido común voltear las tornas y centrar esfuerzos adoptando las políticas necesarias para generar nuestra propia energía. Y aunque todo el mundo lo sabe recordemos que tenemos sol, viento, agua, restos agrícolas y forestales, en definitiva otras fuentes donde obtener energía y que además generan 68.737 empleos directos según datos de la revista Daphnia, http://www.daphnia.es/articulo.asp?idarticulo=1054
Por último pero no por ello menos importante, también tenemos una enorme capacidad para no malgastar.
Ahorro y eficiencia
Una de las políticas fundamentales a adoptar es la del ahorro y la eficiencia energética que de respuesta al grave problema de despilfarro energético en los países industrializados y tenemos un reto al plantearnos, como obligación UE, un aumento en los próximos años del ahorro energético del 20%.
¿Qué es el ahorro energético?
Entendemos como ahorro la negación de la producción de la energía destinada a su despilfarro, el ahorro de lo superfluo y del consumo innecesario. Un difícil concepto éste del ahorro en una sociedad postulada hacia el consumo desenfrenado.
¿Qué es la eficiencia energética?
Se puede definir como la reducción del consumo de energía manteniendo los mismos servicios que nos proporciona, sin disminuir nuestra producción, confort o calidad de vida. Es decir, obtener lo mismo (o más) por menos.
La eficiencia energética se obtiene a través de una mejor coordinación y planificación de las necesidades y los servicios energéticos, y con la instalación de sistemas o máquinas con mejores rendimientos.
La coordinación y planificación de las necesidades y los servicios energéticos se puede establecer, si hablamos de los centros de trabajo, en un plan al uso o a través de los Sistemas de Gestión Ambiental (SGA) que empiezan a implantarse en las empresas y que esperemos comiencen a imitar las administraciones públicas.
La instalación de sistemas o máquinas con mejores rendimientos suele ser una inversión económica, más o menos importante según de lo que se trate (desde una caldera industrial hasta las bombillas) que suele amortizarse a corto o medio plazo, según su coste e implantación en el mercado.
Y no olvidemos que administraciones y empresas son unas grandes consumidoras de agua y materias primas, y productoras a su vez de vertidos de aguas residuales y de gases y partículas contaminantes de la atmósfera, así como de residuos.
La producción de materias primas para empresas, incluso las renovables, tienen un alto costo ambiental y energético. La reducción del consumo de estas materias primas, sin merma de la necesaria producción de bienes o servicios, genera un gran ahorro de energía eléctrica.
Asimismo, el tratamiento de los vertidos de agua, los filtros y otros sistemas de reducción de las emisiones atmosféricas y la correcta gestión de los residuos también tienen altos costes energéticos. El ahorro de materias primas es entonces, doblemente gratificante energéticamente: ahorramos al no producir innecesarias materias primas y al reducir el vertido/emisión/gestión de residuos.
Dicho ahorro energético supone indudablemente un valor económico incuestionable para las empresas debido al ahorro económico que les supone. Puede y debe ser un aspecto a incluir en la acción sindical y negociación colectiva para llegar a acuerdos positivos para todos y todas en temas laborales y ambientales.
Para ir concluyendo:
Si todas las autoridades públicas de la UE solicitaran electricidad limpia, ello ahorraría el equivalente de 60 millones de toneladas de CO2, lo que a su vez equivale al 18% del compromiso de reducción de gases de efecto invernadero dentro del Protocolo de Kyoto.
Si todas las autoridades públicas europeas optaran por sistemas de ahorro de agua en los servicios de sus edificios, ello reduciría el consumo de agua en 200 millones de toneladas (equivalente al 0’6% del consumo doméstico total de la UE).
¿Y si toda la ciudadanía decidiera que se acabó y que a partir de este momento las políticas de ahorro y menos consumo energético en todos sus ámbitos, deben convertirse en una prioridad colectiva? ¿Y si lo reclamamos a empresas y administraciones? ¿Y si lo ponemos en práctica en nuestro quehacer diario como ciudadanos y ciudadanas y como trabajadores y trabajadoras?
Porque no nos olvidemos, el cambio climático es algo que nos concierne a todos y a todas y por la cuenta que nos tiene debemos desocupar las alforjas que portamos en el viaje y dejar algo en el camino, sobre todo malos hábitos.
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